Durante el día del amor y la amistad, muchas personas se apresuran a comprar docenas de rosas para sus seres queridos. Es casi una tradición regalar a tu pareja – o a tu querida madre – una docena de rosas rojas.
Pero ¿sabías que no todo es amoroso y perfecto en la industria de las rosas? Al igual que en otras industrias, hay muchas cosas que ocurren detrás de escena, de las que a veces no somos conscientes.
Aquí te presentamos cuatro cosas que quizás no sabías sobre la industria de las rosas durante San Valentín.
¿Por qué se regalan rosas rojas en esta ocasión?
Primero que nada, ¿por qué se regalan rosas en esta ocasión? Hay varias teorías, dos de las cuales involucran a la mitología griega. Según la mitología griega, Afrodita, la diosa de la belleza y el amor, creó la primera rosa roja cuando murió su amante, Adonis. Según la historia, una rosa roja creció donde las lágrimas de Afrodita cayeron al suelo.
Otra teoría sostiene que en la misma mitología griega, una rosa blanca apareció por primera vez durante el nacimiento de Afrodita, la diosa del amor; y es de su sangre de donde las rosas posteriormente se volvieron rojas.
La realidad actual no es tan bonita
Es bien sabido que las rosas son costosas, y con razón. Muchas de estas flores provienen de Latinoamérica, específicamente de Colombia y Ecuador. Aproximadamente 30 aviones de carga vuelan diariamente de Colombia a Miami en las tres semanas previas al día de San Valentín.
Una cantidad similar lo hace desde Ecuador, lo que representa más de 15 mil toneladas de flores entregadas en menos de un mes. Ahora, ¿te imaginas cuánto cuestan estos aviones – tanto en términos financieros como medioambientales – cada año?
Es por eso que muchos floristas ahora apuestan por los ramos de flores cultivados localmente.
Otra historia de explotación laboral
Siendo la industria de las rosas un mercado multimillonario, no es sorprendente que necesite mano de obra económica.
En Colombia, por ejemplo, el cultivo de flores ocupa alrededor de 6.700 hectáreas, de las cuales un 73% se encuentran en la Sabana cercana a Bogotá, en el departamento de Cundinamarca. La mayoría de las personas que trabajan en estas plantaciones son mujeres en condiciones laborales menos que favorables.
“El impacto es bastante complejo. Extraen agua de los ríos, de los humedales, de cualquier fuente disponible, para la industria floricultora; y eso afecta el suministro de agua para cultivos como papas y zanahorias. Esto es perjudicial para la sabana y también para la población”, afirmó una empleada al periódico español El Diario.
“Empezábamos a las seis de la mañana, pero no sabíamos cuándo terminaríamos, así que llega un momento en el que nuestras tareas domésticas se retrasan aún más, descuidamos un poco más a nuestros hijos”, cuenta una trabajadora entrevistada para el informe Las mujeres en la industria colombiana de las flores, del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL).
“La industria funciona como una maquiladora: ya sea en el ámbito textil, en tecnología o en flores, la lógica es la misma: producir al máximo con el menor costo posible; y eso lleva a niveles extremos de explotación”, afirma Erika González, autora del informe.
Además, según la investigadora, “se tiende a la subcontratación para evitar cualquier tipo de responsabilidad; o, si hay contratos, son cada vez más precarios; entre otras consecuencias, esto deja a muchas trabajadoras fuera del acceso a una jubilación”.
¿Qué sucede con las rosas que no se venden?
Cada año se envían alrededor de 250 millones de rosas como regalo el 14 de febrero, según la Sociedad de Floristas Estadounidenses. Pero, ¿qué sucede con las que no se venden?
Muchos floristas donan sus flores no vendidas a organizaciones benéficas. La misma fuente también menciona que se utilizan con fines educativos, por ejemplo, para entrenar a floristas.
¿Y el resto? Sencillamente se marchita.